En el capítulo anterior lo dejamos justo entrando en Burdeos (Francia), estaba muy ilusionado por parar a ver mi primera ciudad francesa en este viaje. Busqué un parking en el que tener la moto guardada durante el tiempo que iba a darme un paseo por la ciudad.

El paseo por Burdeos no iba a ser muy largo, caminar con las botas de la moto y el casco colgando del brazo a medida que tambien voy grabando es muy incomodo, pero me di el lujo de ver la famosa plaza del espejo y dar una vuelta a pie por las calles empedradas del centro.

plaza del epejo burdeos
Plaza del espejo – Burdeos

Después de pagar unos 15 euros por unas dos horas en el parking galo, me volví a enfundar la armadura y a continuar rumbo al norte, esto de rumbo el norte va a ser una constante del viaje, fijé en el GPS, Rochefort, sin autopistas, sin peajes y para allá que fui. Empece a darme cuenta de que las carreteras secundarias francesas, hablo de las que cruzan el país, dejan bastante que desear, rectas bastante interminables llenas de radares y de tráfico pesado, debido a que la mayor parte de las autopistas del país son de pago.

En el camino hacia Rochefort, me di cuenta de que hay multitud de lugares en los que acampar en Francia, entre ellos explanadas que ceden los ayuntamientos para este fin, algunas cobran una pequeña cantidad de dinero y otras son gratuitas.

Fragata le hermione.
Le Hermione.

Rochefort es una localidad con muchísimas historia marítima, desde aquí partió la fragata Herminone, famosa por haber cruzado el océano Atlántico en 1779 para unirse a las filas de la lucha por la independencia de América, a día de hoy se puede visitar en su puerto una replica exacta de este navío, que como inauguración de esta decidieron hacer el mismo viaje que su homónima más antigua.

Decidí alojarme en un Hostal bastante económico para ser Francia, 19€, en el que parecía que la habitación iba a ser íntegramente para mí, pero no, a eso de las 12 de la noche llego otro huésped… Que no debía estar muy bien de la cabeza y se puso a lavar la ropa en el lavabo de la habitación, que le vamos a hacer, es lo que tiene compartir habitación.

La siguiente chincheta en el mapa estaba puesta en La Rochelle, tenía bastantes ganas de ver el mar y además esta localidad tiene dos torres muy emblemáticas que ver. La parada aquí iba a ser bastante corta y continuaría hasta Nantes, aquí si quería a entrar a ver el primer museo del viaje.

la rochelle
La Rochelle.

Las maquinas de la isla, una atracción turística claramente que para mi gusto era necesario parar a ver, una mezcla de Julio Verne y Da Vinci juntas con un toque de Steampunk. Un museo muy curioso en el que todos los beneficios van destinados al rescate de los elefantes. También en Nantes fui a ver el «castillo de los condes de bretaña«, un castillo que sin grandes pretensiones, pero por el que es agradable de pasear.

las máquinas de la isla
Las máquinas de la isla.

Desde aquí mi objetivo era alcanzar la ciudad del amor, París, desde Nantes está como a 7 horas por las carreteruchas de Francia, por lo que si era por la tarde iba a ser imposible de alcanzar en el día, recordando la filosofía de ir sin prisa, busque un supermercado de camino y poco a poco fui buscando un lugar en el que acampar. No acerté…acampé sin darme cuenta bastante cerca de unas vías de tren…así que podéis imaginaros la noche que pasé.

Al día siguiente alcanzamos el objetivo, París. Me sentía como un ciclista terminando el Tour de Francia.

Si no has visto el video de esta etapa te lo dejamos aquí.

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